Los alimentos, sumergidos en un líquido durante un tiempo, potencian su sabor sin perder nutrientes. En esto consiste la maceración, una técnica realmente sencilla con la que además, en algunos casos, se consiguen nuevas texturas que también resultan muy interesantes.
La maceración consiste en exponer un alimento crudo, seco o confitado a un líquido durante un tiempo que puede ser muy variable, desde media hora hasta varios meses. Cuanto más tiempo dure la maceración más intenso será el sabor resultante.
La finalidad de esta técnica es extraer los jugos esenciales que tiene el alimento para transmitir al líquido sus características, y al alimento las del líquido. A veces el interés de la maceración está en el líquido que se obtiene tras el proceso, y otras, la mayoría, en el alimento, claro!.
Macerar para sumar sabor
La maceración se puede realizar en frío o aplicando calor. El calor acelera el proceso, pero se pierden cualidades y nutrientes, por lo que nuestra recomendación es hacerlo siempre en frío.
Para macerar un alimento podemos utilizar diferentes líquidos: aceites, vinagres, alcoholes, aceites esenciales, zumo de frutas, agua… a los que podemos añadir especias y hierbas o algún edulcorante.
Otra opción es hacer una salsa con los ingredientes que más nos gusten y macerar lo que queramos en ella!
Si se usa únicamente agua el resultado no es muy espectacular, simplemente conseguiremos que el producto se ablande sin alterar mucho el sabor. Pero a veces este proceso es muy interesante de cara procesar después el alimento de forma más fácil.
A veces basta poner un poco de sal o azúcar al alimento para que desprenda su jugo, sin necesidad de incorporar ningún líquido. Mejor no utilizar azúcar refinado y elegir opciones más sanas: xilitol, panela, azúcar mascabado, de coco…
Macerar hierbas, tomates, frutas…
Seguro que conocéis varias recetas tradicionales que hacen uso de la maceración, ya sea con carnes, pescados o vegetales. Por ejemplo, es muy conocida la maceración de hierbas y especias en aceite de oliva para conseguir aceites aromáticos, o de tomates secos en aceite de oliva, sal, ajo y orégano (u otras hierbas).
Cuando maceramos en aceite, es aconsejable almacenar el preparado en un tarro hermético de cristal y dejar de uno a dos meses.
También es muy común, especialmente en la cocina raw, macerar frutas deshidratadas (dátiles, higos secos…) para posteriormente elaborar alguna receta dulce.
Por ejemplo, dátiles remojados en zumo de naranja para luego triturarlos junto con almendras, nueces o macadamias, y hacer la base de un pastel.
Otros ejemplos…
Quedan riquísimos unos shitake o unos champiñones macerados en limón, sal, ajo, pimienta y aceite de oliva. Además en este caso la textura resultante también cambia y se consigue un efecto de cocinado!
Otra idea de receta muy sencilla sería cortar zanahorias en rodajas y dejarla macerar durante un par de horas con ajo picado, aceite de oliva, comino, sal y pimienta. El resultado es un rico carpaccio de zanahoria que habrá cogido todo el sabor de los ingredientes de la maceración.
Animaros con la maceración y recordad, cuanto más tiempo tengamos el alimento macerando más intenso será el sabor!