¿Sabes identificar y distinguir cuando tienes hambre real y hambre emocional?
Yo creo que tod@s nostr@s hemos sentido ambas sensaciones muchas veces pero creo que NO es tan sencillo identificarlas por separado… a muchas personas les cuesta mucho trabajo hacerlo, a mí misma hace unos años me costaba! Y es que es más sencillo pensar que comemos por una necesidad física de nuestro organismo que por un motivo emocional… ahí hay que urgar mucho más, y no siempre estamos dispuest@s o preparad@s para hacerlo, para reconocernos en nuestras «miserias».
Y la realidad es que NO, que NO siempre comemos por hambre, que muchas veces la comida nos sirve para tapar emociones: estrés, tristeza, ansiedad… tratamos de sepultar estos sentimiento debajo de comida – generalmente poco saludable – que a la larga nos hará sentir peor.
Porque muchas veces esto se convierte en un círculo vicioso, comemos porque nos encontramos mal y el atracón nos hace sentir peor… y comemos de nuevo para calmar ese dolor que no hace más que incrementarse. Y para poder parar este círculo vicioso te animo a que aprendas a distinguir entre el hambre emocional y el hambre real que despierta la falta de energía en nuestro cuerpo. Identificar las características de este hambre emocional y plantarle cara, volver a coger las riendas de tu vida y de tus hábitos alimentarios forma parte del proceso.
¿Cómo puedo reconocer el hambre emocional?
1. Los antojos
¿Sabes esa lista de alimentos adictivos que te dejé a semana pasada? Pues a por ellos va a ir nuestro cerebro para calmar su hambre emocional. Alimentos muy calóricos y con muy pocos nutrientes que normalmente pertenecen al grupo de «comida basura».
2. Es insaciable
Cuando el hambre emocional se apodera de ti no puedes dejar de comer, porque no se trata de saciar tu apetito… se trata de saciar algo que nunca vas a conseguir saciar a través de la comida.
3. Intenta «llenar» un vacío
Un vacío que no está precisamente en el estómago. Surge desde un malestar emocional,que no estamos sabiendo gestionar, y en lugar de trabajar sobre él lo enterramos debajo de toda esa comida con la que pretendemos sentir alivio. Un alivio que si viene será momentáneo y que durará únicamente mientras dure la ingesta… después probablemente te sentirás peor.
4. Comer en soledad
Nadie se da un atracón de «comida basura» en compañía, normalmente sucede al estar sol@, de hecho muchas veces el la consecuencia de esta soledad… Aunque también es cierto que se puede aprovechar cualquier evento (una boda, cumpleaños, cualquier celebración) para tapar emociones a través de la comida.
5. Sentimiento de culpa
Es algo muy común después de comer grandes cantidades de alimentos poco saludables. Sabes que no te van bien, que no son buenos, que te harán engordar o enfermar… y entonces aparece la culpa y una especie de necesidad de autocastigo por no haber sabido mantener el control.
6. Comer por impulso
Cuando hay hambre emocional no lo piensas dos veces, te apetece comer y comes… Te abres unas patatas, te compras una palmera de chocolate o una pizza sin reflexionar demasiado, simplemente por darte el placer. Como si ese fuese a ser tu mejor momento del día!
Y esto es lo que suele ocurrir: una vez que terminas con ese capricho, te das cuenta de que te sientes todavía peor: la culpa se duplica y te das cuenta de que mientras comías no has sentido ansiedad, así que vuelves a la nevera a por otro… y repites el proceso una y otra vez, hasta que te sientes muy muy llen@ y con una sensación física y emocional bastante peor que la inicial.
La verdad es que si comiéramos únicamente cuando sintiéramos hambre, es decir, hambre de verdad, cuando llevamos tiempo sin comer y el cuerpo nos envía señales de que necesita combustible porque sus reservas de energía están bajas, no existiría el problema del sobrepeso ni otros problemas asociados.
Si te fijas, a los bebés y los niños pequeños es la intuición la que les dice qué comer y cuánto, y generalmente somos los adultos los que insistimos para que coman más… pero una vez que crecemos y vamos siendo cada vez seres más sociales, nuestra relación con la comida se vuelve mucho más compleja…
Es importante volver a la esencia, reconocer nuestras necesidades y aprender a gestionar nuestras emociones sin utilizar el vínculo de la comida, no te parece?
Sé que no es tarea fácil pero estamos en el camino!
2 comentarios en «Hambre emocional: cuando no es tu estómago quien pide comida»
Lo mejor es crearse hábitos estrictos de alimentación. Hábitos planificados según necesidades calóricas. Así solo se come cuando se debe.
Yo no soy partidaria de los hábitos estrictos ni restrictivos… ni de contar calorías. Apuesto por los hábitos de autocuidado que surgen desde la consciencia y desde el amor hacia uno mismo. Especialmente cuando se come para tapar emociones!